El mapa del territorio de la innovación acuícola

Tabula romana

En las sociedades preagrícolas, los chamanes eran las figuras capaces de imaginarse el futuro mediante métodos que, utilizando sustancias auxiliadoras, se basaban en las ensoñaciones. Algunos decían poder volar como aves y transportarse más allá del territorio y desafiar el conocimiento natural, “sobre la tierra y bajo el agua, más allá del cielo y de las regiones más lejanas”. Otros conseguían entender el entorno aprendiendo de los animales, de su comportamiento y de la intuición que desarrollaban, “cultivan la habilidad de extraer de su entorno el saber que les proporciona la tierra”.

Ambos necesitaban de sus sueños lúcidos para proyectarse e inventar un futuro que no iba a ser muy diferente del presente, porque los cambios, aunque fuesen importantes, y en el caso de que se produjeran no modificarían demasiado a las generaciones venideras, pongamos por ejemplo tres o cuatro. Su prestigio y respeto se basaba en que dijeran lo que dijeran poco iban a errar siempre que se circunscribieran al espacio físico que controlaban. La parte mental es otra cosa y puede que hasta estuviera bien visto que se dedicasen a eso y no a entrometer continuamente.

Su mapa del territorio era real y detallado en lo local y esotérico e incierto cuando la distancia, mental y física, se expandía más allá de lo que abarcaba su capacidad. Sin embargo, esta es una de las ventajas de los mapas, que te hacen creer que puedes observar la Tierra desde una perspectiva similar a la que hubieses obtenido con alguna sustancia desinhibidora. Mejor imaginar que ver. Lo primero es lo que nos hace humanos, lo segundo es ficción.

Hoy vivimos en una cultura tremendamente científica y tecnológica. Rica en representaciones gráficas de casi cualquier cosa, que nos ayuda a entender conceptos, estados, procesos o acontecimientos que, hace unas decenas de años, eran de muy difícil imaginación.

Podemos decir que, de alguna forma, no existe una frontera clara entre un mapa y un sueño, pero no deja de ser una evidencia que un mapa contiene las directrices para indicarnos el destino que buscamos. Cuando soñamos mezclamos lo interior con el exterior y puede que no sea cierto lo que creemos que lo es. No hay muchos iluminados y los que se manifiestan como tales, huyamos de ellos que son nefastos.

Es verdad que existen mapas muy básicos, que solo nos permiten entrever lo que nos espera, y en ese caso la exploración se hace necesaria. Aunque estén equivocados, el esfuerzo previo conceptualizador que alguien realizó nos ayudará a acertar con el camino o errar menos de lo esperado.

Paro también es cierto que cada vez hay más mapas con detalles extraordinarios que identifican cualquier pequeña perturbación del territorio y que nos indican con claridad y sin equivocación, caso que queramos que sea así, como llegar al destino. Podemos tomar la decisión de usarlos o no, depende de nosotros, pero el destino está bien identificado y en el sitio que le corresponde en el mapa, marcado con un círculo de color.

El mapa del territorio actual de la acuicultura nos indica que el sitio al que tenemos que ir se llama “transformación”. Es un lugar que queda a medio camino de la región de la innovación y al que se va por la carretera de la digitalización, antes de entrar hay que llenar al máximo el depósito de datos, que nunca son suficientes. Pero ojo, que sean del octanaje adecuado, igual no todas las fuentes en las que repostamos son de calidad y hasta nos puede llegar a fastidiar el viaje. Mejor ir pertrechado de dispositivos y gigas para que quepa todo. Ir solos o acompañados dependerá de la estrategia elegida, sin embargo aquí cabe muy bien el aforismo “si quieres ir rápido ve solo, si quieres llegar lejos, acompañado”. Por supuesto que habrá quien prefiera ambas cosas. Buen viaje.

Para llegar a nuestro destino deberemos sortear algunas zonas de difícil tránsito, pero bien identificadas en nuestro mapa. Son las regiones de la crisis climática, junto con las vastas zonas de la eficiencia energética. Nos encontraremos con el mar de los recursos finitos que habrá que bordear intentando interferir lo mínimo en su delicado ecosistema. Tendremos que luchar contra las tribus de la seguridad alimentaria y las nuevas fuentes del maná proteico, una zona peligrosa donde abundan los insectos y las algas, a la que todavía tememos por lo poco que la conocemos. Son como los monstruos que ilustraban los mapas antiguos y que servían para alentar de peligros o para protegerse de intrépidos.

Tal vez lleguemos a perdernos en el desierto de los recombinantes, una zona que está siendo transformada con aportaciones continuas como el corta-pega. Aunque los nuevos mapas que se están editando empiezan a incorporar señales indicativas de por dónde deberíamos ir. En este tránsito hay que dar por seguro que nos enfrentaremos a retos pandémicos, y que bacterias, virus y parásitos nos estarán esperando para viajar juntos. Lo que no sabemos es si serán buenos o malos compañeros de viaje. Todo cambia muy rápido que ya hay más microbiotas que bacterias.

Como pasa siempre, en cada cruce de caminos, veremos a vendedores de humo y también a proveedores de pertrechos de utilidad que hoy desconocemos, pero que seguramente nos ayudarán a sortear contratiempos. Máquinas que nos ayudarán a solventar dificultades, a reducir nuestra exposición, a gestionar las emociones e incluso a tomar las mejores decisiones. Bien usadas y de forma frugal, cargando solo con lo necesario, nos ayudarán a llegar al oasis del bienestar, donde con placidez nos reconfortaremos como especie.

Y, con seguridad, avistaremos algún que otro océano azul que parece muy distinto del nuestro, en el que algunos aventureros habrán empezado a adentrarse ignorando los riesgos en busca de su Potosí.

Al llegar, igual nos están esperando cerca de 8.000 millones de almas. Ojalá que no estén en guerra.

Imagen: La Tabula Peutingeriana (‘Tabla de Peutinger’) es un itinerario que muestra la red de carreteras del Imperio romano. Se puede contemplar una de las copias en la Biblioteca Nacional de Austria en Viena (Wikipedia).

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