The future of food is now! People, health, nature.

Este es el título con el que se presenta el Food Desing Festival 2021 al que he tenido el honor se ser invitado para charlar sobre innovación e investigación agroalimentaria, aquí os dejo algunas de las reflexiones que he compartido en la mesa redonda junto con José Luis Delgado, Javier Hidalgo y Ricardo Altimira.

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El sector agroalimentario es complejo y cambiante y mucho más en la situación actual consecuencia de una pandemia que está imponiendo cambios, a una velocidad, que antes no atisbábamos a ver factible. Necesitamos cambiar la mirada, la forma en la que nos aproximamos a las soluciones, desde la ciencia y la tecnología, tanto la nuestra como investigadores como la de la sociedad para entender que nuestro planeta tiene límites y que estos están mucho más próximos de los que nos imaginamos.

Es evidente que hay mucho que explorar en este momento de intensa transformación y es que tenemos, antes que nada, un gran desafío: Ser capaces de reducir el miedo, tal vez mejor rechazo, que presenta la sociedad a la vinculación de las palabras ciencia y tecnología con todo lo que tiene que ver con la producción de alimentos. No hablemos de cuando lo vinculamos, además, con la necesidad de cambiar el modelo para asegurar la sostenibilidad del planeta.

Este complejo engranaje se presenta como un gran reto en el ámbito de la comunicación. Creo que estamos obligados a implementar un modelo de comunicación diferente y con una fuerte base emocional, pero sin dejar de ser responsables, bien fundamentados y creíbles, dirigiendo un mensaje «inteligente» a la sociedad.

Esto es algo que nos pueden enseñar los profesionales del diseño que se han acercado a este festival, porque aunque es cierto que hacemos «diseño experimental» no se entiende cuando decimos que, gracias a nuestro trabajo es posible transformar datos (conocimiento) en alimentos. Esto suena muy raro. Principalmente porque nuestra cultura científica nos obliga a diseminar el conocimiento que se genera de una forma determinada, diferente, adaptada y fiable, revisada por pares para garantizar la calidad y rigurosidad, pero no es la misma que la que requiere la divulgación de la ciencia al gran público. Aquí chocamos con el enfoque y el idioma.

La sociedad va a una velocidad endiablada, no damos abasto con la información y estar a día de todo es sencillamente imposible, pero lo que sí que tiene claro la gente, como consumidor cada vez más responsable, es que quiere información y que los productos alimentarios sean saludables, seguros y sostenibles ambientalmente, pero también nutritivos y ricos. Es evidente que la investigación proporciona muchas de estas necesidades, creo que casi todas, es posible que de una forma desigual, pero nos esforzamos por que sea así.

Es evidente que existen investigadores que son unos excelentes divulgadores, y creo que hay cada vez más, pero no es una práctica generalizada y asumida por la mayoría. Suena como que eso no va conmigo que yo lo que hago es ciencia, ya se encargarán otros.

Esta reticencia está poco a poco revertiendo. Uno porque tenemos una gran misión: contribuir a la garantía alimentaria y dos por la necesidad de desarrollar un plan potente de comunicación muy bien estructurado en los proyectos que reciben financiación pública, práctica que todos hemos incorporado obligatoriamente. Aquí, nuevamente, el diseño es esencial para cómo comunicamos y en cómo impacta en la sociedad lo que hacemos.

Por ejemplo, cuando decimos que estamos trabajando en las prioridades de la alimentación bajo el paraguas del programa 2030 para transformar las formas de producir alimentos, porque esto es esencial para reducir el casi 30% de todo el consumo mundial de energía que dedicamos a la producción de alimentos, o el 25% de la emisión de los gases de efecto invernadero, si no decimos cómo, pues casi que no sirve.

Por eso necesitamos explicar que trabajamos en la búsqueda e identificación de fuentes alternativas de proteína, porque la población sigue creciendo y es una necesidad esencial contribuir a la seguridad alimentaria del planeta, y que esto lo hacemos, por ejemplo, mediante la optimización de la producción de microalgas, mediante la incorporación de nuevos ingredientes vegetales o mediante el impulso de la producción de insectos.

Que el entorno cambiante, consecuencia de un clima aceleradamente loco por nuestra manía de querer controlar la naturaleza, nos dice que nos equivocamos, que si no lo hacemos nosotros será la naturaleza la que se encargará de decirnos qué es lo que vamos a comer. La salinización de las tierras de cultivo nos obliga a reinventar el uso de estas tierras, así donde antes producíamos arroz acabaremos produciendo algas marinas y moluscos, como un ejemplo de proyecto que actualmente tenemos vigente.

Que la opción de una práctica agrícola y acuícola regenerativa, integradora y transformadora no es una utopía, es una urgencia, pues tal vez nos toque implementar sistemas mixtos acuapónicos adaptados a las características climáticas del territorio, las actuales y las de un futuro inmediato. Si no es posible producir arroz pues lo cambiaremos por salicornia, y en lugar de moluscos lo combinaremos con peces adaptados a condiciones altamente cambiantes, que alimentaremos con los productos de rechazo de las prácticas agrícolas locales y con una base proteica de microalgas y harinas de insectos, que habrán sido alimentados con la parte sólida de las heces de los peces, una vez filtradas por las plantas y e incorporados los nutrientes para su adecuado crecimiento. Y sí, necesitaremos secuenciar el genoma y conocer su microbiota y tal vez cortar y pegar algún gen que nos ayude, y olvidarnos de las mentiras que llevan a engaño y que no justifican nada.

En esto último nos ayudará, y mucho, la tecnología mediante la garantía de la trazabilidad, la seguridad de la información, para hacer más eficiente la producción bajo la máxima de que hay que hacer más con menos, con menos recursos esenciales, con menos espacio, con menos coste y con menor impacto.

La salud de las personas es hoy la salud del planeta.

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