
Justo después de Navidad viajé a Perú durante unos días y era como descubrir el Potosí. A finales de enero estaba en Bolonia y me pareció una ciudad endiabladamente encantadora. Durante febrero fui a diferentes ciudades y todavía, a finales de febrero, nos reunimos en Madrid en la época en la que, inconscientemente, nos tomábamos el virus a guasa.
Día 34 de confinamiento Covid-19
¡Cómo podíamos ser tan descerebrados en aquellos días!
Se hacían viajes trasatlánticos para trabajar, como era mi caso, y me cuentan que hasta se hacían ¡viajes por placer!
Íbamos a diversas ciudades europeas para empezar nuevos proyectos de investigación, con una ilusión desmedida y nos juntábamos en un sólo lugar hasta un centenar de personas. Parece ser que de una procedencia y diversidad espectacular y ¡muchas eran italianas!
Era habitual celebrar cenas con los colegas y pasar un rato hablando de otras cosas que no solo fueran asuntos laborales, dicen que había quien hasta hablaba de futbol, y ¡estábamos muy juntitos!
Cuando te encontrabas era normal darse un par de besos, si eras francés del norte hasta cuatro, entrelazar las manos cordialmente (no siempre) e ¡incluso abrazarse!
Al marchar, se repetía al procedimiento anterior (no siempre) y se decían cosas como ¡nos vemos! o ¡hasta luego! o ¡si eso, nos llamamos y quedamos! y ¡la gente se lo creía!
En algunos pueblos muy primitivos la gente quedaba a tomar «el aperitivo» y se metían en unos tugurios llenos de personas apretujadas y hablaban y ¡compartían comida de un mismo plato!
Los más osados, que siempre los ha habido, en su mayoría inconscientes que no tienen apego a la vida propia o ajena, se aventuraban a ir a ver imágenes en televisiones muy grandes (seguramente no tenía smarphone o tablet), o iban a las funciones que en directo representaban otras personas y que, a viva voz, a apenas un metro de distancia se aventuraban a compartir escenario.
Pero los peores, ¡ay!, estos sí que eran los malos de verdad, asistían apretujados como sardinas en lata a extrañas celebraciones litúrgicas, que según condición, lugar, acto o estructura organizativa solían denominar manifestación, evento deportivo, concierto e ¡incluso discoteca!
Menos mal que ahora estamos mucho mejor. Dónde va a parar.