La biotecnología acuícola, clave para generar empleo

Emerge nuevamente el concepto de “economía azul” y su gran potencial para generar crecimiento mediante las energías renovables marítimas, el turismo costero, la minería del fondo marino, la biotecnología marina y la acuicultura.

Me quedo con las dos últimas y me invento, bueno reutilizo, la “biotecnología azul” como la forma más natural de vincular los procesos y los organismos marinos con otras disciplinas biotecnológicas como la agronomía (verde), la medicina (roja), la industria (blanca), el medioambiente (gris) y los alimentos (amarilla). Se observa que, independientemente del color que se asigne a la tecnología e independientemente de la tecnología, los procesos convergen.

Se busca la manera de generar valor conjuntamente, se potencia la interacción entre organismos e instituciones para sacar adelante proyectos que antes parecían ciencia ficción, como por ejemplo la obtención de fitoesteroles para la industria alimentaria a partir de los residuos de organismos marinos, la recuperación de los sedimentos orgánicos que provocan los piensos no consumidos y las heces de los peces cultivados para generar biomasa con fines energéticos, la generación de biorefinerías procedentes de microalgas asociadas a los cultivos multitróficos y spin-offs que emergen desde el ámbito marino y que se proyectan en la acuicultura, de manera que se está pasando (en Chile, en Noruega) de ser exclusivamente productores de toneladas y toneladas de salmón a ser motor de la innovación biotecnológica acuícola. Buen ejemplo que debemos seguir de cerca.

Que los mares y los océanos pueden y deben desempeñar un papel decisivo en la recuperación económica de Europa es algo de lo que, aunque lo haya dicho Durao Barroso, estamos totalmente convencidos. De lo que no estamos tanto, los que nos dedicamos a ello, es de que se lo crean realmente, por lo menos en cuanto a la acuicultura se refiere.

El apoyo al sector, la reducción de las trabas administrativas y legales, la puesta a punto de una gobernanza efectiva y sobre todo la eliminación de los obstáculos para que la innovación y la investigación sean los motores de la actividad está por llegar. Por mucho que se empeñen en decir que esto no es así.

Vivimos un periodo de ruptura, de cambio de paradigma, de renacimiento, de generación de un nuevo modelo de negocio basado en el “aprovechamiento del potencial de la economía azul”.

Es el momento de aprender rápido, de tomar decisiones auténticas y arriesgadas, pero bien medidas y de aprovechar la oportunidad, de decidir en qué invertir y cómo, pero de hacer algo, de fracasar y de aprender del fracaso para evitar seguir cometiendo errores.

Con la acuicultura nos hemos equivocado, y mucho, hemos cometido muchos errores recurrentes, se han tenido fracasos enormes y parece ser que nos cuesta aprender, sin embargo hay una persistencia inmensa en creer en esta actividad, en su capacidad de generar riqueza y empleo, en la inevitabilidad de su futuro, en la necesidad de que sea lo que ya es, pero mucho mejor, mucho más fácil y mucho menos arriesgada.

Vale la pena contextualizar lo que representa la acuicultura en Europa: 190.000 puestos de trabajo directos e indirectos, 7 billones de € de valor de producción, algo más de 1.9 millones de toneladas de peces marinos y continentales, 650.000 toneladas de moluscos y 2.7 millones de toneladas de pienso. Esto es una actividad demasiado seria e importante como para no prestar atención y que nos lleva a formular la siguiente reflexión: ya no es posible prescindir de lo que la acuicultura aporta y lo que es más importante no es posible prescindir de lo que la acuicultura debe aportar y aportará.

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