Serendipia

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Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. También puede referirse a la habilidad de un sujeto para reconocer que ha hecho un descubrimiento importante aunque no tenga relación con lo que busca. En términos más generales se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente”.

La acuicultura está llena de serendipias, quiero decir de chiripas geniales. Me río yo del manido caso de Pos-it de 3M.

Estos tíos ni se imaginan lo que en acuicultura es dejarse llevar, ponerle velas a los golpes de suerte, invocar a “mecagoendios”, porque en santos no creeremos (bueno me consta que algunos mucho, que de todo hay, qué vamos a hacer) pero lo que es devoción por “San Porsiacaso” a eso no nos gana nadie. Es el patrono de larvas y alevines. Ah, en otras confesiones se conoce como “San Yapuestos” o “San Yaquestamos”, según si se es del norte o del sur. Existe una excepción gloriosa y es la de la colonia portuguesa que veneran a un tal “San Providenciándose”. Pero ya se sabe que no es más que el mismo perro con distintos collares. ¡Uy, que herejía!

Que la rotura de una canalización que transportaba residuos mineros fue la clave para descubrir el pernicioso efecto que tienen determinados minerales en la gametogénesis (vamos en lo que son las gónadas, los huevos ¿está claro?) de ciertos moluscos, no es suerte, no. Alguien colocó allí aquella tubería por si acaso. Seguramente que se estuvo maldiciendo a la empresa minera durante años y años, seguramente las pérdidas inimaginables no ayudaron a tener la claridad de ideas para, ya puestos, ver qué es lo que pasaba, sobre todo cuando aquellas extrañas gotas de un líquido poco “ejem” habitual rezumaban de la cañería y
caían cerca de la toma de agua. Por lo tanto cuando Marcelo entró maldiciendo a su jefe porque le había hecho venir en viernes por la tarde para arreglar, por enésima vez, esa fuga y así hacer callar a los chalados de las almejas y sin conocimiento alguno se llevó por delante la tubería y el agua “ejem” poco habitual cayó a borbotones sobre la toma y de golpe al día siguiente todo estaba muerto, todo el mundo dijo “que suerte, es que no le veíamos el final a esto. Ah, y ya que estamos que paguen la reparación de la bomba”.

Que el desbordamiento de un río como consecuencia de una cimentación mal hecha para la construcción de una autovía con un material a todas luces maravilloso y que ayudaba a garantizar que pasarán años, pasarán siglos, pero el puente no se cae, iba a ser el descubrimiento del año para demostrar que determinados compuestos de hidrocarburos de cadena corta y de origen antrópico son los que hacen que las larvas de dorada salgan como churros doblados, no es suerte, no. Alguien decidió cambiar el punto exacto de cimentación por si acaso los ecologistas protestaban porque las nutrias no encontraban suficiente paso.

Que el día que el furtivo se coló en la instalación para chorizar unos reproductores y acabó cayendo a través de una canalización ilegal de un vertido procedente de una fábrica de transformación de pescado que se había instalado en la zona menos indicada del mundo y eso porque seguramente sobornó a alguien de la Junta que seguramente sería pariente y que a cambio algo habría sacado de provecho y que hizo que nos diésemos cuenta que los reproductores no ponían porque estaban con un estrés de cojones, no es suerte, no. Ese día, el furtivo, con la mosca tras la oreja, pues había oído en el bar de al lado que la empresa iba a poner vigilantes porque estaba hasta los cojones de que les robasen, decidió cambiar la zona por la que habitualmente entraba e ir por la parte de atrás, que no sabía porque estaba tan protegida, ya que allí sólo vertían mierda.

Que cuando a Luisón se le cayó el bocadillo de pan integral en el tanque de rotíferos y como no podía acceder a cogerlo decidió que mejor se quedaba allí, que total poco iba a afectar y ya puestos menudo coñazo tirarlo todo y empezar de nuevo cuando eran ya las cuatro de la tarde y apenas si quedaba una hora para plegar y total si le iba a llevar varias. No, no fue un accidente. Al día siguiente la población había crecido en ese tanque más del 300% que en el resto. ¿Y qué es lo que tiene el pan? Agua, sal, harina y levadura. Pues agua tal vez, puso un poco de agua dulce de más y se dio cuenta que el nivel de individuos partenogenéticos se había incrementado en un 25 por ciento. Sal, como que no, que resultó un desastre pero al menos lo probó con método, es decir echó un par de paquetes y… vale, que no siempre se tiene por qué acertar a la primera. Lo de la harina de inmediato se dio cuenta de que no iba a
funcionar que formaba unos pegotones en el fondo que los ciliados y los flagelados creyeron encontrar el paraíso. ¿Y la levadura? Ay, la levadura.
Bendita invención, si por algo la cerveza era tan buena. Fue echar una poquita y la acuicultura pasó a ser industria.

Dejar un saco de pienso en el restaurante de al lado porque el repartidor llegaba tarde y era viernes y para no quedar mal dijo que si se lo podían guardar que si no esos de la piscifactoría no tendrían para dar de comer a los pececillos el lunes y que como eran tan pequeños se morirían de gana y vete tú a saber que peso sobre su conciencia. Y que el del restaurante dijera que vale, que eran buenos clientes y que lo aceptaba pero que debía dejarlo fuera porque no le cabía en la despensa, que una cosa son las personas y otra los peces. No fue un acto de incruenta irresponsabilidad, no. Gracias a este acto desinteresado se pudo comprobar cómo el sistema de esterilización de los envoltorios era inadecuado, por no decir inexistente y que la tremenda contaminación por hongos y su rápida proliferación hacia el interior del saco fue lo que demostró que los peces se morían porque el nivel de peróxidos y de acidez del pienso era de los de matar, ya que de alimento más bien poco.

Y ya para acabar, quién no se acuerda del gato de Serafín y de su tremando importancia en la reproducción de las doradas. Por lo que el hecho de que José fuese cazador reputado y que, sin premeditación alguna decidiese llevar su escopeta a la revisión y que ese día, por circunstancias poco claras, la llevase en el pasillo de la zona de reproductores y que se le cruzase el gato, al que antes habíamos asignado culpabilidad y nocturnidad, y que por motivos providenciales (véase acepción portuguesa) se le quedase encallado el dedo en el gatillo, tropezase y tuviese tan mala fortuna que el cartucho que creía quitado se encontrase en la recámara y, vaya por San Porsiacaso, acabase impactando en el desafortunado animal. No, eso no es designio divino. Pero lo cierto es que la definición de “biohazards” adquirió una nueva dimensión y por consiguiente la implantación de planes de prevención de plagas y otros quedó instaurada de por siempre en los planes de gestión sanitaria de las instalaciones acuícolas.

Visto esto, ¿acaso alguien duda de que las serendipidades no son más que un descubrimiento afortunado que se produce sin ningún tipo de planificación? No, la serendipidad a la acuicultura es lo que el agua al pez.

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