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Ilustración: El Inmenso Susón Aguilera |
Es en general objeto de admiración la credibilidad del autor del blog, que
goza la mayoría de veces de gran precisión en datos, fechas, etc. consiguiendo
recrear una historia considerablemente fidedigna a lo que fue la situación real
(eso sí, siempre viciada a causa de la común costumbre de entrecruzar
subjetividad y verdad, a medida que pasan los años).
Pero, me duele confesarles queridos lectores que en esta última historia
han sido engañados. Me duele, y mucho, pues no es mi intención aquí atacar al
autor ni desilusionar a sus seguidores.
Pero ¿Qué tan amarga es la sensación de ser conocedor de la verdad y ver
como a tu alrededor ésta es maltratada y deformada? Sin duda ustedes la
conocerán, pues presumo (dada la ilustre posición del blog) que la mayoría de
lectores aquí congregados pertenecen a las más altas cúpulas en los campos de
la ciencia y la economía.
Sin duda son ustedes propicios a sentir que todo el
mundo se equivoca excepto uno mismo. Como comprenden mi sentimiento y no me
gustaría dejarles con el amargor de desconocer la versión real, me dispongo
inmediatamente a explicar los acontecimientos sucedidos hace tanto tiempo pero
que, sin embargo, continúan en mi cabeza tal como los presencié en aquel
momento.
Yo era por entonces un niño de 5 años, flacucho y miedoso, pero con una
intuición y un intelecto más evolucionados que los otros niños de mi edad. No
sé bien la razón por la que mi padre precisara mi ayuda a aquél día, pero
seguramente sería debido a que algún técnico especializado había sufrido una
indisposición y necesitaban urgentemente a alguien con capacidades
excepcionales que pudiera realizar algún trabajo tremendamente complicado.
Sigue en…
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