
Quedaban apenas unos 10 mililitros de benzocaína, el potente anestésico que usábamos para mantener a los peces
sedados y así hacer que el consumo de oxígeno bajase. Sólo quedaba medio ranger. Apenas 12 horas de suministro. Estábamos a mitad de camino con destino Madeira y si todo iba bien al menos necesitaríamos unas 20 horas.
Luismi, atónito, miraba el desastre. Por fortuna había salido ileso del percance. El camión volcado en mitad de la carretera cerca de Luarca. Cien mil rodaballos esparcidos por el suelo. La Guardia Civil intentaba componer el tráfico y algunas decenas de personas se agolpaban ante el espectáculo.
1460 peces vivos. Ese era el recuento final de los más de 140.000 que habían empezado el viaje a Canarias. El perito del seguro miraba de arriba abajo al compresor instalado en la parte baja del camión atado con unas fuertes poleas. Miraba el humo que salía, lo olía, parecía que no acabase de creerse que ahí estuviese la causa del desastre.
Las hermanas Ellinikes estaban intentando explicar a su padre, el Sr. Ellinikes, que los peces eran demasiado pequeños, que la idea de llevar más de un millón y medio, aunque supusiese un extraordinario ahorro en el coste de transporte, en realidad, no iba a suponer una gran mejora. Demasiados peces en la misma cesta.
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(Gracias a Enrique Haro y Fernando Torrent por hacerme recordar algunos «pequeños» detalles. Un poco de esta Historia se lo debo a ellos, pero sin duda alguna el protagonista, el verdadero protagonista es Gerardo Ceballos, maestro de maestros. Pionero y genio del transporte de peces en Europa)