La confortable vida del lenguado senegalés

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Vamos mal. No avanzamos. Estos animales se han empeñado en dejarnos en entredicho. Puñeteros machos. Son unos perezosos, porque mira que estas lenguadas están como un tren. ¿Qué es lo que quieren? Ya no podemos hacer más, que hasta tienen televisión por cable. No, si todavía acabaremos haciéndoles un corrito con arena y les pondremos luces como en una feria. Sólo nos falta pajearlos.

Veinticinco años llevaba la Dra. Eva Lira estudiando el comportamiento y el cortejo del lenguado senegalés. Casi diez tesis doctorales, digo casi ya por que la décima estaba a punto de ser leída, dirigidas ilustran con claridad la pasión y dedicación que le había puesto a esta especie tan característica. Esta, digamos, obsesión la había llevado a ser la autoridad mundial más respetada en su ámbito. No había artículo, tesis, artículo, comentario o aproximación filosófica que soportara una revisión suya y saliera indemne. No, no la había… hasta que apareció aquel niñato imberbe con sus cámaras de infrarrojos y las cintas de vídeo grabación y le dio por filmar a los animales haciendo sus cosas. El pornógrafo, como ella solía referirse al Licenciado I. Varra, su doctorando, estaba a punto de cambiar totalmente sus teorías y lo peor es que parecía tener toda la razón.

Acababa de ver en una grabación, una y otra vez, como ese puñetero macho había decidido levantarse, perseguir y acercarse a la hembra, dar con ella varias vueltas al estanque, juntarse al máximo, agitar fuertemente su aleta caudal, conseguir que la hembra expulsara huevos y fecundarlos. Se quitó las gafas, se frotó los ojos, ajustó la visión a la pequeña pantalla y le dijo: “Ponlo otra vez, Varra”. Era la decimoquinta vez que lo veían conjuntamente y eran conscientes de que algo se les escapaba pero no conseguían adivinar qué.

Yo creo que lo que hace es mearse en sus narices, le dijo el Licenciado Varra.

¿Cómo? Preguntó la Dra. Lira. Eso son tonterías. Ya sabemos que las prostaglandinas F2α actúan como feromonas en los peces y que la incentivación del comportamiento social y la atracción sexual es debido a que estas moléculas  impulsan las señales de atracción, pero de ahí a que…

Que digo yo… que se ve claro. Que lo que hace esa hembra es mearse en las narices de ese macho. Mire que se lo pongo de nuevo, fíjese en el momento en el que pasa por su lado, dijo Varra señalando con el dedo y parando la imagen en un frame en la que se observaba una nube opaca.

Desde luego lo parece y ahora que recuerdo, hay un artículo reciente, de un tal Yabuki, que relaciona la presencia de determinados receptores nasales con actividad en el bulbo olfatorio y que sólo se produce cuando los machos disponen de un tipo específico de receptor  para la prostaglandinas y…

Mire, mire… otra vez. Ha vuelto a hacer lo mismo, pero esta vez frente a ese otro macho y éste ni se ha movido.

…que corresponde directamente con un gen que…

¿Es que está ciega? Uy, perdón. Doctora Lira, si es que nos está dando la clave.

…es la clave en la transmisión de la información para el estímulo de la actividad reproductora en los machos. ¿Dime Varra?

Eso mismo Doctora. Pero, ¿cómo lo demostramos? Deberíamos saber si estos animales son capaces de oler la orina, si disponen de los receptores, o si  disponen pero no se les estimulan, o si son estimulados pero carecen de anomalías en la transmisión de las señales, o si tal vez…

Varra, ¿no somos científicos? Pues apliquemos metodología científica.

¿Doctora?

Que vamos a observar la respuesta del bulbo olfatorio a través de un EOG mediante la activación de los receptores sensoriales situados en las fosas nasales de los machos.

¿Doctora?

Y que vamos a demostrar que los que ni se inmutan es porque carecen de estos receptores olfatorios.

¿Doctora?

Y que los que sí, pues que sí, que los tienen y que vamos a hacer que el glomérulo ventromedial del bulbo olfatorio se ilumine en el cerebro de estos bichos como si estuviésemos viendo fuegos artificiales.

¿Doctora?

Para ya Varra, que pesadito te pones interrumpiéndome.

Perdón Doctora, que es la hora del café. Luego seguimos ¿vale?

Ay, cada vez es más difícil encontrar vocación, pensó la Doctora Eva Lira, mientras se dirigía al comedor para, claro, echar un cafecito, que era la hora. Seguía dando vueltas a cómo conseguir la respuesta que ansiaba y cómo hacer posible que el estímulo llegase exactamente al macho que ella quería y en el momento deseado. Los peces estaban en un tanque comunal de veinticinco metros cúbicos, era casi imposible obtener una respuesta única. Era evidente que tendría que sacrificar a más de uno y hacerlo de forma individual fuera del agua, pero cómo.

Atchiss, atchiss, atchissshhhh… Uf, maldita alergia, dijo uno de los becarios que camino del comedor se cruzó con la Doctora Lira.

Salud. Estás sangrando por la nariz considerablemente, ten un pañuelo.

Gracias. En este tiempo y con tanto alérgeno en el aire ni las cauterizaciones de las venas me aguantaran. Ya me veo otra vez con los cables al rojo vivo metidos en las narices ¡qué sufrimiento! Tengo los cornetes hipertrofiados y no hay manera.

¿Cómo? ¿Qué es lo que dices que te hacen?

Estuve una temporada probando con Viagra y la verdad es que funcionaba, aunque algunos efectos secundarios eran bastante comprometedores.

Ya, lo imagino.

Sin embargo ahora con la radiofrecuencia y el láser es mucho más sencillo.  También me han dicho que el electrocauterio y la criocirugía funcionan pero yo no lo he probado que dicen que dura poco y acabas sin oler nada. Aunque también es verdad que no se presentan los efectos secundarios de la Viagra y eso, creas que no, ayuda.

Sin duda. Oye y… ¿cómo lo hacen?

Basta con anestesia local. Primero una rinoscopia para ver cómo están los cornetes y luego me enchufan un par de cables. Noto un cosquilleo que me llega al cerebro y por momentos me pasa lo mismo que con la Viagra, pero apenas unos segundos, eh. Luego del chisporroteo en quince minutos estoy como nuevo. Eso sí, durante varios días se me quedan las narices como un pimiento y de vez en cuando un cosquilleo en los bajos… Doctora ¿a dónde va tan corriendo?

La Doctora Lira salió en estampida en busca de Varra. Tenía una idea. Empezaron por recolectar toda la orina que pudieron de las diferentes hembras de lenguado. Consiguieron, a base de aspirar con una jeringuilla y directamente del gonoporo, casi veinte mililitros de las treinta hembras disponibles. Una buena meada. Apartaron una cantidad de cada extracción para preparar un superconcentrado especial, aquel que provenía de las hembras que estaban en un estado de madurez más avanzado. Tras un proceso de filtración y síntesis disponían del más puro efluvio de orina de lenguado que pudiera conseguirse.

Ahora necesitaba poder realizar un EOG a los lenguados.

¿Un EOG? ¿Tú estás loca? ¿Cómo vas a conseguir meterle unos cables a un lenguado por la nariz en el agua y que se esté quieto mientras le das un chute de concentrado de orina?

El que preguntaba era su colega y antiguo tutor, la persona que la había inducido a dedicarse, con esa vocación casi maniática, a la reproducción del lenguado, el Doctor Candun.

No quedará más remedio que hacerlo fuera del agua. Los anestesiaremos y habrá que levantar la tapa de los sesos a más de uno, que es que tienen muy escondidos los receptores olfativos. Ya, habrá que hacer algún que otro sacrificio pero…

¿Pero?

…pero valdrá la pena. Luego les conectaremos los cables a los receptores y les aplicaremos unas gotas de orina. Que ya la hemos probado con otros machos y se ponen como motos. Este elixir funciona, seguro. Y si no lo hace es porque los machos son inútiles.

Varra, ¿Tú cómo lo ves? Preguntó el Doctor Candun.

Yo, a través del vídeo, de coña.

Por Dios, que perra tiene este chico. Que qué te parece el acercamiento.

Ah, tal vez con un tele enfocado al área de inserción de los cables consigamos una imagen nítida de como…

Vale. Dios que cruz.

Conozco a un colega de Portugal que…

¿Le llamas que me voy a ver cómo lo hace?

Le llamo.

Ay, ay, ayayay. Qué olvido, che. Dijo de pronto la Doctora Lira manifestando cierta forma local efecto de su genética raigambre.

¿Qué? Preguntó el Doctor Candun.

-Que no me acordé de José Pedro y mira que le va la caña.

-Bah, te lo dije. Te va a quedar manchado el expediente, pero ahora estemos a lo que importa. Apostilló Varra ajustando el objetivo sobre el benjamín de los lenguados.

El día del ensayo había una expectación mayúscula en el laboratorio. Los estudiantes en prácticas hacían corrillo alrededor de la mesa dispuesta a modo de dispensario de un veterinario. Seis profesores venidos de cuatro departamentos de fisiología de diferentes universidades debatían sobre el punto exacto para colocar el cable y que tuviera validez significativa.

Tres ingenieros en telecomunicaciones se afanaban por conectar los sensores a la máquina de EOG. Dos anestesistas preparaban la bañera de agua tibia con el aceite de clavo en la que se iban a sumergir a los machos seleccionados. A su lado, un experto en reanimaciones y que contaba con un electroestimulador miraba asombrado como dos becarias resuspendían las muestras de la orina concentrada para alcanzar la dosis exacta. También las miraba por otras cosas   y se le iban los ojos mientras la máquina informaba de cierta actividad.

Un experto en resonancia magnética funcional que estudiaba la respuesta olfatométrica y que había pedido participar para validar su técnica, ajustaba su equipo. Tres investigadores canadienses que llevaban seis años estudiando el efecto que determinados tóxicos contaminantes provocaban en la capacidad olfativa de los salmones, preparaban viales para recoger muestras de todo lo que pudieran.

El comité de ética, compuesto por cinco personas, anotaba con precisión suiza todas y cada una de las actividades que se sucedían. Dos personas, ajenas a todo ese barullo, preparaban un catering con café, leche, té, zumo y pastas por si acaso se alargaba en exceso y era necesario reponer fuerzas. Su mesa era la más solicitada y eso que todavía no había empezado el experimento. Había empujones.

El Doctor Candun miraba una y otra vez las gráficas procedentes de la tesis de Cerezo, que también vino, no fuera que se malinterpretaran sus resultados. Varra limpiaba el objetivo de su cámara de vídeo y probaba el enfoque.

En cuanto apareció la Doctora Eva Lira y se hizo un silencio sepulcral. Miró a su alrededor acongojada por la expectación levantada y, suspirando, se dirigió hacia el espacio habilitado para la operación. Miró al Doctor Yabuki que había venido expresamente desde Japón para presenciar el acontecimiento. Miró al Doctor Candun que asintió indicándole que todo estaba bajo control, aunque algo nervioso, como si faltara algo o alguien. Miró al Licenciado Varra que le hizo un gesto alzando el pulgar mientras apretaba el REC de la cámara.

Justo cuando iba a indicar algo sonó su celular. Qué inoportuno, pensó. Pero el número internacional le era tremendamente familiar. Correspondía al número del Dr. Peter Hubeog, su mentor en la técnica del electroolfatograma, el mejor fisiólogo internacional, la persona que le había enseñado 

cómo ajustar los parámetros y las cantidades de orina para que no hubiera individuo que pudiera abstraerse de los efluvios incitadores del comportamiento copulatorio. Este era el motivo de la ansiedad y nerviosismo manifestado por el Doctor Candun.

Dime Peter

¿Eva?

Sí, soy yo, ya lo sabes, ¿Qué pasa? ¿Cómo es que no estás aquí? No te puedes ni hacer una idea de cómo está esto. Que tienes a Candun atacado de los nervios. Que ya sabes que sin ti…

—Eva, gue no buedo. Gue ezdoy dezbriado. Gue no ziendo la nadiz. Gue dengo un drancazo que eztoy a bundo de bederme dendro la nadiz los bieros ezoz. Gue be hazen balbaz laz aletaz. Gue ze be gae el boguillo. Gue…

Ay, Dios mío. ¡Qué hombres!

Colgó brusca y contrariada.

Respiró profundamente y señalando uno de los peces, que paciente y tranquilo esperaba en el depósito eugenólico, hizo un gesto al becario con la nariz como un pimiento, al que había acogido como meritorio, para que le sacara un precioso macho del tanque.

En ese mismo instante se acabó la confortable vida del lenguado senegalés.

Nota de los autores: Queremos expresar nuestra inmensa gratitud a Neil y a Elvira por la extraordinaria generosidad a la hora de compartir sus conocimientos. Gracias por compartir y gracias por permitir esta canallada.

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