Crónicas mundanas de la COVID-19 (D30)

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Mañana vuelvo al trabajo, desde casa, aunque no con la alegría que yo esperaba después de estas vacaciones impuestas de Semana Santa.

Día 30 de confinamiento Covid-19

No lo es porque vuelvo al mismo sitio del que no he marchado, al mismo lugar en el que he estado estos últimos 30 días.

No lo es porque crea que no puedo hacerlo, que he comprobado que si, es porque tengo que hacerlo por imposición y no por elección.

No lo es porque yo no lo he elegido hacer, y suele pasar que cuando es así pasa que las cosas no son tan auténticas como cuando uno cree que es por decisión propia.

No lo es porque, al menos, quedan 15 días por delante en los que tendré que convencerme que esta forma de trabajar la he elegido libremente, como tantas otras personas que ahora alardean.

No lo es porque se me cruzan en la cabeza líneas que suben y bajan, gráficas de barras transversales y verticales que juegan con nuestra capacidad de resistencia.

No lo es porque seguiré haciendo cosas a determinadas horas que no me gusta hacer. No digo que no quiera, digo que no me gusta y eso hace que sean más difíciles de mantener cada día que pasa.

No lo es porque hoy no es un buen día, por mucho que se empeñen, es un día más en esta absurda competición para ver quién tiene el número más grande.

No lo es porque ya me he cansado de que haya tantos expertos hablando siempre de lo mismo, de cosas que no entienden, y no dejando escuchar el silencio de los que saben. Mucho más prudente y sincero.

No lo es porque empieza a costarme entender las cosas, las pasadas, las presentes y las futuras.

Y, sin embargo, y a pesar de todo, sí que lo es.

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